200 metros de necesidad

Matias Nicolás Riquelme Pinto
9 min readDec 4, 2020

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El detrás de escena de la feria de la Maipú. Historias de lucha y sobrevivencia

Reclamaron, aguantaron, pelearon, resistieron, pero ya no podían más. Hubo marchas fuera de la municipalidad, y también en el lugar del predio una semana antes de la reapertura. “Como no nos daban respuesta, decidimos protestar con todos los protocolos correspondientes”, comentó Roberto, referente del grupo de vendedores. Luego de reclamos al Gobierno provincial y al municipio pudieron volver a su lugar de trabajo: la feria de la Maipú, en Roca.

Hace una semana comenzó nuevamente. Cientos de personas dependen diariamente de esta actividad. “Nos cuesta llegar a fin de mes, pero gracias a la feria podemos sumar unos pesos para poder sobrevivir”, indicó Rosa, en el reclamo para la vuelta de la feria, demostrando la desesperante situación económica que sufren los feriantes Esta es la historia de la mayoría de las personas que sacrifican cada sábado, domingo y feriado, para poder sobrevivir.

Con protocolos, la feria logró abrir “sus puertas” para todos los ciudadanos de General Roca. Cuando llegas, te reciben con el ya clásico alcohol en gel, además de tomarte la temperatura con el termómetro infrarrojo. En algunas partes del predio, está pintado sobre el asfalto el nombre y el número que le pertenece a cada uno.

Los días de calor, que ya se sienten en el Alto Valle, son aguantados arduamente por los feriantes. Estar sentado bajo el sol, y no poder vender nada durante más de 12 horas. A estas situaciones están expuestos los vecinos que semana a semana, llevan en carritos atados a la bici o moto, algunos en bolsas o mano, y algunos pocos en autos.

Son las 10 de la mañana. Por suerte vine temprano, porque si no el sol te liquida. Yo tengo la suerte de venir a ver, a dar una vuelta. A bancarme el calor con una gorra y una botella de agua. Pero esta gente está 24 horas cada fin de semana, pero en algunas ocasiones se superan las 30 horas, contando los feriados. La mayoría además de sacar ganancias allí, debe trabajar durante la semana, porque en algunos casos con el poco dinero que juntan durante sábado y domingo no alcanza.

“La gente también necesitaba que abriéramos, porque para algunas familias es difícil ir a comprar ropa al centro para cuatro personas”, dice Roberto, mencionando que la feria no solo es imprescindible para los vendedores.

“Les pedimos a los vecinos que vengan y vean los diferentes productos y ofertas que tenemos para ofrecerle. Hay cosas para todos los gustos y edades”. “Aconsejamos que si se puede vengan a la mañana, porque a eso de las 16 hasta las 19 es el horario donde vienen más personas, y tenemos que evitar la conglomeración”, pide Roberto, que ya tiene experiencia en este lugar.

Diversas obras en los últimos años han mejorado las condiciones de trabajo de los feriantes. Instalación de iluminación, bancos y construcción de veredas peatonales. Pero no tienen algo vital. Es una necesidad, y hace años la piden pero nada. Oídos sordos desde el municipio. Y más ahora en esta situación de pandemia. Esto tan fundamental para el ser humano son los baños. Se pidieron por lo menos un par de baños químicos, pero no hay respuesta. “Hay veces que nos tenemos que ir a casa, pero eso es más en verano, porque con el calor que hace tratamos de tomar mucha agua”, dice Rosa que vive a solo 8 cuadras del predio. Algunas veces la amistad salva a algunos: “yo he llevado a varias compañeras de la feria a mi casa para que puedan pasar al baño, porque yo soy la que vivo más cerca”.

Bajar toda la mercadería, tratar de colocarla en una mesita, acomodarse bien en la reposera y después esperar a que venga la clientela. Comienzan a aparecer los rayos intensos del sol, se tratan de cambiar de lugar, pero ya no queda otra que bancarse el calor de las tres de la tarde. Agua y gorra son los aliados para combatir este duro momento. Por allá a lo lejos aparece el cansancio, y el sueño que se empieza a sentir. “Hay veces que me tengo que quedar parado porque sino se me cierran los ojos, o me pego una caminata para despejarme un poco”, menciona Augusto, que vende repuestos de moto.

Pantalones, remeras, camisas, zapatos y zapatillas usadas. Dos puestos de verduras, que hace pocos años se habilitaron. Partes de automóvil, juguetes, golosinas. Además hay plantas, o libros, productos de belleza para hombres y mujeres, o productos de tecnología, como cargadores de celular o auriculares. Hay un festín de cosas, para todos los gustos.

Gazebos por todos lados, aunque más presentes en los sitios donde la deseada sombra de los eucaliptos no logra llegar. Algunos toallones o mantas que hacen de sombrillas. Reposeras que luego de horas ya parecen el lugar más incómodo del planeta: “Ya después no sabes cómo ponerte, porque te empieza a doler todo el cuerpo”, comenta Augusto, que tiene un banquito para poder aguantar estas extensas horas.

Una feria con historia

La feria de la Maipú, llamada así por la calle donde se ubica, es un lugar donde cientos de personas cada fin de semana venden distintos tipos de productos. Esta feria ya tiene 12 años, pero desde su inauguración en 2008, ha estado en diferentes sitios de la ciudad. El primer lugar de funcionamiento fue en San Juan y Los Mirlos. El siguiente sitio fue en la plaza de San Juan y Evita, de barrio Aeroclub, hasta llegar a la ubicación donde se encuentra actualmente.

En la actualidad, son 350 los puestos que están registrados en la municipalidad. En años anteriores el número era mayor a 500, pero con la situación actual se debió reducir considerablemente el número. Desde el municipio se temió que algunas personas colocaran puestos en los alrededores del lugar, pero hasta ahora eso no ha ocurrido, y se están respetando de manera correcta los protocolos.

La familia se hace presente

A la hora del almuerzo, a buscar la comida al bolso o a la mochila. “Nos traemos unas viandas y con eso llenamos la panza hasta que nos vamos”.

Casi siempre es algún sanguche de milanesa, pero casi siempre es algo mínimo, para poder engañar al estómago.

Los hijos de los feriantes también son protagonistas importantes en la feria. Algunos llevan a sus nenes porque no les queda otra. Hasta antes de la pandemia, se entretenían entre ellos, y jugaban juntos. Pero ahora hay que mantener distancia, y cada uno se queda sentadito en su lugar. “Igual después se empiezan a aburrir, y ahí es cuando le tengo que dar el celular para que juegue un poco a los jueguitos”, remarca Rosa mostrando su teléfono, que por cierto en variadas ocasiones llega a quedarse sin carga, lo que demuestra las horas del niño frente al móvil.

Papá, mamá e hijos también se hacen presentes. El nene sentado en los hombros del papá. “A los chicos les compramos golosinas, las gomitas son las que siempre nos piden. Compramos algo de ropa y también un poco de verduras, tienen muy buenos productos”. La mamá, mientras pregunta el precio de unos zapatos con unos tacones pronunciados: “Tratamos de venir casi todas las semanas a pegarnos una vuelta”.

El negocio actual

Durante la pandemia, las redes sociales tomaron un gran protagonismo. Ante la imposibilidad de realizar ventas presenciales, en diferentes grupos de Facebook llamados “Feria de la Maipú”, o con similares nombres, se realizan gran cantidad de publicaciones de todo tipo. El grupo “Gran Feria Maipú!!! General Roca Rio Negro!!” o “Todo de la feria Maipú”, con sus ni nada más ni nada menos que 89 mil, y 23 mil miembros, respectivamente, demuestra la importancia de la venta online en los tiempos que estamos atravesando.

Aquí se puede encontrar artículos y productos de todo tipo, como elementos tecnológicos, ropa de todos los talles o venta de pizzas y empanadas.

La amistad ferial

“Somos una familia, porque ya nos conocemos desde hace años. Mis hijos ya extrañaban pasar los findes acá”, menciona Fernanda mientras señala el puesto de su compañera de feria. “Siempre charlamos con Alicia (la mujer del puesto de al lado) sobre cómo nos fue en la semana. Ella ya es una amiga, y solo nos vemos durante el fin de semana”

La municipalidad

Los chicos de seguridad se encuentran esparcidos durante distintos sectores, controlando la seguridad, y algunos limpiando las calles. “Nos vamos turnando, porque solo tenemos una carpa en la entrada principal” “Hasta ahora se vienen respetando de muy buena forma los protocolos”. Vallas por todos lados, resguardando las dos cuadras de la feria, para que ninguna persona pueda pasar saltando los controles. La única entrada es por Gelonch y Toledo, por el sector izquierdo de la feria.

Andrea Cornejo, funcionaria de la municipalidad de General Roca, está encargada de las habilitaciones comerciales. Mencionó que a partir del año pasado se comenzó a tener un estricto control a los feriantes, ya que estos deben ser locales, con escaso acceso laboral y que no vendan productos nuevos. “Tienen que pasar por un informe social porque deben ser personas que no tienen trabajo o acceden a trabajos informales”.

“La feria es un lugar de oportunidades para mucha gente, tanto como para feriantes y clientes”, añade luego de enfatizar sobre la importancia de este lugar. “Sabemos que mucha gente vive de la feria, y desde la municipalidad tratamos de ayudarlos y de brindarles las mejores condiciones de trabajo”.

Historias de lucha:

“Toda la ropa que vendemos con mi mamá es de la familia. Mi tía tiene 8 hijos y de vez en cuando nos va pasando algo, como remeras o pantalones”, agrega Fernanda mostrando una camisa talle L. Los precios son casi iguales, con alguna diferencia monetaria por el uso y la antigüedad del producto. “Tratamos de tener igualdad en los precios, y que el cliente decida qué llevar entre tantas opciones”.

“La ropa que yo vendo es ropa de mis hijos, y algunas veces me regalan algunas prendas que después las vendo. Hay veces que producimos durante la semana algunas medias, o bodys para bebés”, señala Rosana, que tiene ropa de hombres, mujeres y niños. Cerca de 200 feriantes tienen a la feria como único sustento, y por eso se pedía a gritos y con desesperación la reapertura. “Costó llegar a fin de mes en la cuarentena. Teníamos que vender tortas fritas o empanadas, o hacer trueques de ropa y comida”, enfatiza Rosana, que también realizaba ventas de ropa, que llevaba en modo delivery, casa por casa.

Graciela tiene 34 años. Está parada al lado de la mesa, porque su hija de 14 se encuentra en la silla playera. Gorra y riñonera, donde guarda las ganancias de la venta. A la vez que muestra sus productos, comenta de qué forma hacen para poder cocinar las delicias caseras que se encuentran a la venta: “Nos despertamos como a las 3 o 4 de la mañana para hacer los panes, y después entre las 8 y las 9 ya tenemos que estar allá”.

Panes caseros, budines para todos los gustos: “Es difícil seguir este ritmo, porque casi no dormimos en el finde”.

Con una sonrisa imposible de presenciar, por algo que está de más aclarar, pero que con sus gestos es evidente, cuenta la forma en que recibe una gran ayuda de los demás feriantes: “En el almuerzo o a la tarde vienen algunos compañeros que colaboran con nosotros. Es un gran gesto que ellos tienen, y que recompensa todo el esfuerzo que realizamos como familia”.

Más de 500 familias viven de esta actividad. Sufren, pero siguen. Continúan yendo semana tras semana a este lugar, que ya es como un segundo hogar. En estas dos cuadras se encuentran cientos de historias de lucha y perseverancia. Personas que tratan de mantener a su familia en un país que año tras año se derrumba cada vez más. Estas historias nos demuestran cómo viven y de qué forma se ganan el pan miles de hombres y mujeres, que valoran cada compra de los visitantes, y te lo hacen saber con una cálida atención y una sonrisa espléndida.

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Matias Nicolás Riquelme Pinto
Matias Nicolás Riquelme Pinto

Written by Matias Nicolás Riquelme Pinto

Estudiante de Comunicacion Social. General Roca, Rio Negro. Apasionado del futbol.

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